Un niñito de tres años desaparece después de que su padre lo deja
en su camioneta por diez minutos mientras sigue unos venados. Es la
primera nevada del año y el niño está perdido en la cercanía de una
montaña en Canadá. Cuando aparece muerto un día después, el padre y el
resto de la comunidad del pequeño pueblo tienen que lidiar con las
consecuencias emocionales de lo sucedido. Las cosas empeoran aún más
cuando el padre es acusado de negligencia criminal.
MI OPI: Canadá. Pequeñas comunidades sacudidas por una tragedia que dispara los
sentimientos y lo que es más interesante para el espectador, las
relaciones entre los inquilinos de esos pueblos tan cerrados y,
aparentemente, tan inamovibles.En Angels Crest la anécdota que enciende la chispa que pone en
movimiento los escondidos resortes que manejan las relaciones
interpersonales es más una tragedia personal que comunitaria, pero la
película va caminando hacia una galería de personajes que a base de
destellos nos dejan entreabiertas las puertas de su día a día. En esos aspectos tanto el reparto como la dirección ofrecen sus mejores
momentos, en especial una Mira Sorvino que no ha perdido ni un ápice de
esa serena tristeza que ha ganado con los años. Lo mismo cabe decir de
Thomas Dekker, soberbio en sus pocas escenas. Ambos muy por encima del
resto del reparto. Lo cierto es que haber visto historias parecidas pero mejor conseguidas
es un elemento que no permite, a quien haya visto por ejemplo Winter's
Bone, Granik, 2.010, olvidar las comparaciones, y, en las distancias
cortas, Angels Crest pierde porque no existe una transición tan lograda
entre lo personal y lo comunitario como había en la de Granik. Aquí la tragedia personal parece tener demasiado peso, demasiada presencia y se pierde algo del salto hacia lo general. En todo caso es interesante y la fotografía espectacular. Los enredos de los personajes secundarios con sus pequeños demonios y
sus día a día son más interesantes que la truncada historia principal.
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