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viernes, 24 de octubre de 2014

LA ETERNIDAD Y UN DÍA


Cuando a Alexander, un escritor griego, le quedan pocos días de vida, necesita resolver un dilema: morir como alguien ajeno a los demás o aprender a amarlos y a comprometerse con ellos. Elegida la segunda vía, lee las cartas de Anna, su esposa fallecida, y cierra su casa en la playa. Un día lluvioso, encuentra a alguien que le ofrece la oportunidad de cumplir su compromiso: un niño albanés al que ayuda a pasar la frontera mientras le cuenta la historia de un poeta griego que vivió en Italia y que, al regresar a Grecia, compraba las palabras olvidadas para escribir poemas en su lengua natal. Entonces el niño juega a buscar palabras para vendérselas.

MI OPI: Preciosa película, maravillosa, conmovedora, toda una gran obra maestra de Theo Angelopoulos, considerado uno de los mejores cineastas europeos de los últimos años, y estoy totalmente de acuerdo. Angelopoulos crea auténtica poesía sobre el ocaso de una vida. Un poema compuesto de imágenes que a veces acarician, a veces golpean, y en las que el tiempo fluye despacio. Planos fijos, flashbacks, escenas que en su aparente intrascendencia tal vez oculten la fórmula de la belleza, y también de la dureza, de las pequeñas cosas. Un poema compuesto de palabras con las que despedirse de unas horas que se escapan, de las horas de una vida entera. Con las que continuar (ya que no cerrar) esa oda que nunca pudo concluir. Y un poema compuesto de una música que se agarra al alma y que también habrá de acompañarle en su viaje.



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