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jueves, 27 de marzo de 2014

THERESE D.


Adaptación de la novela homónima de François Mauriac (1927). Principios del XIX. La joven Thérèse contrae un matrimonio de conveniencia con Bernard Desqueyroux, un hombre anodino, aburrido e insensible a los placeres de la carne. Su insatisfacción es tal que, en un arrebato absurdo y desesperado, intenta envenenar a su marido. Una vez desenmascarada, tendrá que enfrentarse a la justicia, pero mucho peor será tener que afrontar el castigo que le impone su familia.

MI OPI:  Por una parte y técnicamente hablando, Thérèse D. es una película rodada con suma maestría. Cada plano se presenta ante nosotros como un hermoso cuadro, todos ellos cuidadosamente estudiados y poseedores de una perfecta harmonía entre la imagen expuesta y el aspecto sensorial al que pretende llegar el director. Algo sin duda relacionado con la exquisita fotografía de Gérard de Battista, que sumada a la bien escogida planificación de Claude Miller logra trasladar al espectador al escenario adecuado. Gracias a ello, todos los acontecimientos que presenciamos se muestran de forma nada exagerada sino conscientemente contenida, con un tempo elegante que consigue este difícil equilibrio entre devenir pausado a la vez que decidido. En resumen, un elegante control de la narrativa al que contribuyen de forma notable la interpretación de los actores, tan natural como distante, tan creíble como artística (es decir, un tipo de actuación que, a pesar de natural, no deja de mostrar su cara teatral con el objetivo de conectar con el aspecto artístico de la fotografía y la planificación). Algo que da a la película un posicionamiento distante que transmite al espectador cierta frialdad…Pero es esta misma frialdad la que, desde mi punto de vista, impide que el personaje despierte la empatía necesaria para conectar con sus sentimientos, para comprender su s acciones e interesarnos por sus vivencias. Pues el planteamiento clásico de la película sí que logra plasmar el comportamiento mecánico de la sociedad retratada, pero también parece convertir a la protagonista en un títere más del sistema cuyo desencaje con el mismo no acaba de comprenderse. Como si el director esperase que por el simple comportamiento autómata de Thérèse ya quedaran plasmados en la película sus sentimientos y pensamientos libres, algo que nunca llega a aflorar del todo en esta historia.


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