
MI OPI: La tengo en mi lista de películas que dejan muy buen rollo. Es una comedia de lo más divertida, inteligente y esperanzadora. Después de verla tienes esa sensación de que, a pesar de sus prejuicios, el ser humano no es racista por naturaleza; tienes la esperanza de que, aunque sea lentamente, desaparecerán los problemas raciales en el mundo. La dirección es muy elegante, acertadamente teatral –es de las historias que lo piden a gritos–, con unos decorados que, aunque simples, son bellísimos –¡menuda puesta de sol!–. De los actores hay que destacar a una Hepburn que encarna a la madre juiciosa con mucha delicadeza, a un Spencer Tracy –el mejor de todos– que está enfadado consigo mismo por no sentir lo que hubiera esperado dada su ideología, a un Poitier tan perfecto que no sé si odiarlo o enamorarme yo también de él, a un Kellaway muy gracioso, a una Beah Richards que no le va a la zaga a la Hepburn y a un Roy Glenn tan cascarrabias como entrañable. Quizás la sirvienta y la novia estén algo sobreactuadas, pero sin llegar a molestar.
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