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lunes, 26 de diciembre de 2016

TECHO Y COMIDA


Jerez de la Frontera, 2012. Rocío, una madre soltera y sin trabajo, no recibe ningún tipo de ayuda ni subsidio. Vive con a su hijo de ocho años en un piso cuyo alquiler no paga desde hace meses, de modo que el dueño la amenaza continuamente con echarla a la calle. Para hacer frente a los gastos de manutención y alquiler, realiza trabajos ocasionales mal pagados y vende en el top manta objetos encontrados. 

MI OPI:  La película es un viaje por las vicisitudes vividas por una madre y un hijo en riesgo de exclusión social a través de escenas desgarradoras, de esas que te hacen mirar para otro lado o taparte los ojos, que te provocan un desasosiego interno y hacen aflorar los sentimientos más primarios de compasión y solidaridad propios del ser humano. Entre medias se cuelan momentos para la esperanza y la alegría de vivir junto con la reflexión del valor sobre aquello que consideramos como elementos o situaciones de pleno derecho para llevar una vida digna y plena en contraste con lo que, en esencia, debería ser considerado como disposiciones de orden secundario. Es el drama vivido en silencio, como señala su director, de cientos de personas que acaba tejiendo relaciones difíciles de gestionar, donde se resienten cada uno de los lazos que unen a estas personas con la esfera social, económica y relacional, que nos conduce a buscar culpables donde no los hay, exteriorizar una conducta perturbada y desprendernos de los principios morales y éticos convencionales para poder sobrevivir. Los actores están magníficos en cada uno de sus papeles, sobre todo los protagonistas principales, que cargan con el peso el drama de manera natural, espontanea, en consonancia con los planos elegidos por el director que nos permiten discurrir sin sobresaltos por la trama.



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