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martes, 30 de septiembre de 2014

EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un grupo de prisioneros británicos son obligados por los japoneses a construir un puente. Los oficiales, capitaneados por su flemático coronel, se opondrán a toda orden que viole la Convención de Ginebra sobre los derechos y las condiciones de vida de los prisioneros de guerra.

MI OPI:  Algunos aspectos una vez que se analizan sus entresijos merecen un cero de descatalogada, partiendo de un ridículo patriotismo del que se hace alarde en todo el film. Y mi crítica va hacia el ridículo más que al patriotismo. Estoy de acuerdo con los que afirman que esta película ha envejecido mal. Hay que hacer un terrible esfuerzo para pasar por alto su absurdo guión, el hecho de que los japoneses no sepan cómo ni dónde construir un puente, mientras que "casualmente" entre los soldados ingleses haya especialistas perfectamente cualificados para tal fin. Por lo visto, el nivel medio de formación del ejército británico durante la segunda guerra mundial era impresionante. Por otro lado, más que un campo de prisioneros el que nos ocupa parece algo así como "Acuópolis", los prisioneros saltan del trampolín, se zambullen, se ríen, mientras los estúpidos japos ni les ven ni son capaces de tomar cartas en el asunto. Resulta ridículo que un terrible guerrero nipón capaz de hacerse el hara kiri si es necesario, sea burlado cual profesor despistado de instituto por sus traviesos alumnos. ¿Y qué decir del hospital/complejo turístico donde se recupera William Holden? Pues no es nada comparado con las preciosas nativas que ayudan a los esforzados británicos, sonriendo ensimismadas y dispuestas a cualquier cosa, incapaces de resistirse a los encantos del hombre blanco. Aún así, se perdonaría todo esto (al fin y al cabo es una película de aventuras) si no fuera porque, a día de hoy, resulta terriblemente larga y aburrida. Algunas escenas parecen no tener fin (el camino hacia el puente y la colocación de los explosivos resultan eternos). Por otro lado, lo que empieza como una historia de prisioneros deriva luego a una aventura de comandos, el que parecía personaje principal (el "cruel" jefe nipón) se desdibuja progresivamente hasta terminar convertido en un memo de categoría, y el coronel británico (qué insufrible personaje) termina a medio camino entre loco visionario y loco de remate, a elegir.

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