En un viaje en tren, dos desconocidos se miran y sus vidas cambian. Ella
es Alix, una actriz francesa que va a París a hacer
un casting. Él es Doug, un enigmático irlandés, profesor
de literatura en Londres, que va al funeral de una amiga. El azar y la
atracción son los ingredientes perfectos para una excitante aventura.
MI OPI: La película, como toda buena realización, está pensada, masticada,
pero no deglutida a la hora de ofrecérsela al espectador. Bonnell reposa
la cámara sobre los amantes cuando debe, no los hace hablar nimiedades,
pequeñeces ni cursilerías. No transforma ese amor apasionado en algo
trivial. Claro que cuenta con dos intérpretes cuya imagen y
presencia ya de por sí brindan un peso propio, y cuya gestualidad exime
de palabras. Gabriel Byrne está tan medido como el director y guionista
necesita que esté Doug. Casi no se sabe nada de él, porque lo que
requiere saberse se entiende o intuye. Y Emmanuelle Devos es un prodigio
de expresión para ilustrar su interior, sus estados de ánimo, sus
temores, su frenesí y su sufrimiento.
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