Tras someterse a una cura de desintoxicación para dejar el alcohol,
Marco, un maduro viajante de comercio, intenta cambiar el rumbo de su
vida. Como parte del tratamiento, se le sugiere que elija un hobby, y él
se decide por la pesca. Viaja entonces a Puerto Deseado porque es la
temporada de pesca del tiburón, pero también porque su hija Ana vive
allí y no sabe nada de ella desde hace años.
MI OPI: Aquí no pasa aparentemente casi nada, pero en realidad ocurren muchas
cosas. Carlos Sorin es un auténtico maestro en cuanto a economía
expresiva. En esta obra los sentimientos y las emociones se encuentran
apenas sugeridos, pero están a flor de piel. Me sorprendieron los dos
giros inesperados que toma la relación del protagonista con su hija, y
que no cuento aquí para no fastidiar a nadie. A destacar también la increíble belleza de los desolados paisajes de la
Patagonia y la sobriedad de la interpretación, si bien creo que- sólo al
comienzo- el actor protagonista abusa un poco en cuanto a poner ojos de
cordero degollado.
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