Adaptación de la novela homónima de François Mauriac (1927). Principios
del XIX. La joven Thérèse contrae un matrimonio de conveniencia con
Bernard Desqueyroux, un hombre anodino, aburrido e insensible a los
placeres de la carne. Su insatisfacción es tal que, en un arrebato
absurdo y desesperado, intenta envenenar a su marido. Una vez
desenmascarada, tendrá que enfrentarse a la justicia, pero mucho peor
será tener que afrontar el castigo que le impone su familia.
MI OPI: Por una parte y técnicamente hablando, Thérèse D. es una película rodada
con suma maestría. Cada plano se presenta ante nosotros como un hermoso
cuadro, todos ellos cuidadosamente estudiados y poseedores de una
perfecta harmonía entre la imagen expuesta y el aspecto sensorial al que
pretende llegar el director. Algo sin duda relacionado con la exquisita
fotografía de Gérard de Battista, que sumada a la bien escogida
planificación de Claude Miller logra trasladar al espectador al
escenario adecuado. Gracias a ello, todos los acontecimientos que
presenciamos se muestran de forma nada exagerada sino conscientemente
contenida, con un tempo elegante que consigue este difícil equilibrio
entre devenir pausado a la vez que decidido. En resumen, un elegante
control de la narrativa al que contribuyen de forma notable la
interpretación de los actores, tan natural como distante, tan creíble
como artística (es decir, un tipo de actuación que, a pesar de natural,
no deja de mostrar su cara teatral con el objetivo de conectar con el
aspecto artístico de la fotografía y la planificación). Algo que da a la
película un posicionamiento distante que transmite al espectador cierta
frialdad…Pero es esta misma frialdad la que, desde mi punto de vista, impide que
el personaje despierte la empatía necesaria para conectar con sus
sentimientos, para comprender su s acciones e interesarnos por sus
vivencias. Pues el planteamiento clásico de la película sí que logra
plasmar el comportamiento mecánico de la sociedad retratada, pero
también parece convertir a la protagonista en un títere más del sistema
cuyo desencaje con el mismo no acaba de comprenderse. Como si el
director esperase que por el simple comportamiento autómata de Thérèse
ya quedaran plasmados en la película sus sentimientos y pensamientos
libres, algo que nunca llega a aflorar del todo en esta historia.
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