Damián, Marcelo, Luciano y Facundo son cuatro amigos treintañeros cuya
relación está atravesada por tres grandes temas: la música, la amistad y
las mujeres. Damián, es escritor y guionista. Para recuperar a Ana, su
ex, escribió un guión de cine, cuya única copia pierde a manos de Vera,
una mujer muy particular que se entrometerá en su vida para empezar a
modificarla.
MI OPI: Días de Vinilo no es mala, pero tampoco cuenta con los elementos
necesarios como para retenerla en la memoria y recordarla así como una
muy buena cinta argentina. Se nos ofrecen cuatro historias separadas: El miedo de Facundo al
compromiso, la autocompasión utópica de Luciano, la desfasada inmadurez
de Marcelo y la incapacidad de superar una ruptura de Damián. Todos son
creativos, todos son artísticos en cierto modo, y todas sus historias se
unen por ese elemento aglutinador que es la música. Entretiene, de forma ajustadísima; de a ratos se respiran aires algo
densos, pero el fallo principal de la película radica en las
actuaciones. Fernan Mirás lo hace realmente muy bien, al igual que
Gastón Pauls e Ignacio Toselli, pero cuando observamos las
interpretaciones de Emilia Attias e Inés Efron nos resulta imposible
tomarnos la cinta con la misma seriedad. Los tonos de voz y la
expresividad que le imprimen estas dos muchachas a sus personajes son
deplorables, y este tipo de detalles le restan claramente puntos y
solvencia a cualquier film. Mención especial en esta sátira merece el cameo de Leonardo Sbaraglia,
que aparece interpretándose a sí mismo, como la personificación de todo
lo absurdo del mundo cultural: Caprichoso, pretencioso,
autocomplaciente. Su aparición en la película sirve para demostrar justo
lo contrario de lo que se manifiesta en la obra: no es necesario un
gran actor, un gran nombre, para hacer una buena creación.
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