A pesar de su soledad y del distanciamiento de su marido, Kaja es un ama
de casa optimista y muy abierta. Elizabeth y Sigve, unos vecinos que
acaban de instalarse y que parecen el paradigma del matrimonio perfecto,
la tienen fascinada: son guapos, sofisticados, tienen un hijo adoptivo
negro y cantan en un coro.
MI OPI: La vida en pareja siempre fue difícil. Y más si tu casa está perdida en
la fría Noruega y tu marido no te hace ni puñetero caso. Kaja tiene que
hacer frente a la soledad, a la indiferencia de su pareja y a las mofas
de su hijo pequeño. La salvación vendrá en forma de nuevos vecinos, que
también esconden sus frustraciones y secretos. Del choque de esos dos
mundos surge el drama y la comedia y Kaja, la heroína
marginada, acaba teniendo una nueva motivación para levantarse todos los
días de la cama. Aunque la historia suene y sea muy vieja, hay que reconocerle una elogiable elegancia en su forma de plantear el conflicto filial y familiar. Puede que en el tramo intermedio la trama pierda fuelle y se intuya la
inevitable resolución, pero el final no podría ser más generoso con sus
personajes: hay motivos para creer en la felicidad, y la fantasía de una
nueva vida más plena acaba siendo el mejor deseo tras una navidad
catártica.
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