Inspirada en la novela homónima de Patricia Higsmith. Durante un viaje
en tren, Guy, un joven campeón de tenis, es abordado
por Bruno, un joven que conoce su vida y milagros a través de
la prensa y que, inesperadamente, le propone un doble asesinato, pero
intercambiando las víctimas con el fin de garantizarse recíprocamente la
impunidad. Así podrían resolver sus respectivos problemas: él
suprimiría a la mujer de Guy (que no quiere concederle el divorcio) y, a
cambio, Guy debería asesinar al padre de Bruno para que éste pudiera
heredar una gran fortuna y vivir a su aire.
MI OPI: El prota es un pobre
desgraciao. Su mujer gasta unas gafas horrendas y, para colmo, es un
putón. Su novia parece un hombre con traje de fiesta. Y, sobre todas sus
desgracias, cada vez que sube a un tren le da la chapa un extraño
cualquiera. La primera ocasión un chiflado obsesionado con el
intercambio de parejas y, la segunda, un tipo que canta canciones sobre
cabras y luego lo niega para no reconocer que empina el codo más de lo
aconsejable. La peli merece la pena, sobre todo por la secuencia del tío-vivo.
Realmente amena. Supongo que Don Alfredo aquí quería rodar una secuencia
de intriga, pero le salió una cómica, inquietante, eso sí. Al pobre
maquinista del artefacto le pegan un tiro que le deja seco, así, sin
comerlo ni beberlo, y luego a nadie le importa una mierda. Cuando un
señor muy mayor consigue frenar el despendolado cacharro a base de
reptar cual dragón de komodo, todo el mundo se dedica a buscar un
mechero y al pobre maquinista que le zurzan. Una injusticia.
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