Aleksandra y Cyrille forman una pareja modélica de clase alta francesa y
con mucha suerte que aparentemente lo tiene todo. Ella es director de
una revista y él galerista. En fin, el matrimonio lo tiene casi todo...
excepto un hijo. Entonces a sus vidas llega Alekseï, un niño ruso
huérfano de 7 años. Pero los problemas comienzan a sucederse nada más
que aparece el pequeño "rebelde" en el aeropuerto.
MI OPI: La obra en cuestión llevaba por título 100% Cachemire, una expresión que
aquí se ha traducido como Voy a ser mamá. No es la peor conversión al
castellano que se ha hecho, lo cual no la exime de mediocridad en este
caso. La actriz Valérie Lemercier se embarca en su segundo proyecto como
directora después de que en 2005 dirigiese Palacio real, que pasó casi
sin pena ni gloria. Con Voy a ser mamá la propia Lemercier se reserva el
papel protagonista de Aleksandra, una madre que, después de dos
abortos, ha decidido junto a su pareja Cyrille (interpretado por el gran
Gilles Lelouche) adoptar a un niño ruso. El problema es que este
infante no es precisamente un alma cándida y tiene un curioso afán por
la destrucción. Cosa que, por otra parte, se debe sobre todo a que sus
padres adoptivos apenas le dedican tiempo y están más centrados en sus
profesiones. Y éste es el dilema que plantea la cinta, algo entendible,
ligero y relativamente de actualidad. El problema que se presenta desde el principio no es sólo que todo esté
demasiado exagerado sino que la propuesta en
sí carece de verdadera relevancia, no tiene gancho, resulta difícil
entender las motivaciones de los protagonistas sobre el porqué de la
adopción y desde luego es bastante complicado poder llegar a la
empatía. Buena culpa de ello se encuentra en reflejar a la pareja como
dos jefes ricachones que despilfarran dinero sin parar, cosa que se
podía haber obviado perfectamente ya que en estas comedias ligeras no
suele importar la procedencia del dinero.
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