Shopie es una estudiante británica que se
dispone a emprender uno de los viajes más asombrosos de su vida, cuando
decide irse de intercambio a una pequeña ciudad de las afueras de Nueva
York en Estados Unidos. Keith, Megan y Lauren
componen la familia estadounidense que acogerá a la joven de
intercambio. Lo que no saben es que la convivencia con su nueva
inquilina alterará su rutina y su vida para siempre.
MI OPI: La mayoría de la acción del film se desenvuelve en la casa de Keith, su
esposa e hija; un espacio tétrico, grisáceo, sin futuro, casi sin
presente. Los problemas económicos bastan de una escena para ser
revelados, el cansancio y la rutina se ven en el rostro de Keith, en su
soledad. En el momento en que una joven Sophie (Felicity Jones) aparece
como estudiante de acogida, el ambiente sigue siendo el mismo,
desolador, triste... pero una nueva mirada, una nueva presencia lo llena
con algo diferente. En el momento en que Sophie toca su excelente pieza
de piano en clases de Keith, él comienza a tener una nueva forma de
verla, una atracción, ahora presente en su casa, en su espacio. Ella se
ve en él, y da comprendido su constante ausencia de todo, como si su
vida no fuera la que quería para sí mismo. Se miran y no hacen falta
palabras. Un gesto basta para entenderse, para revelarlo todo, un simple
dedo tocando las manos con las que ella hace tocar su piano. Drake
Doremus retrata toda la situación del film de forma tan cercana, que es
casi imposible dejar de lado los personajes. Los acompaña con los planos
cerrados, casi siempre detallando sus mínimos gestos, miradas,
movimientos. Ambos interrumpen de forma abrupta en la triste fragilidad
de sus vidas, en su necesidad, en su ausencia, en su íntimo espacio
personal. Un espacio que ambos comparten. Y que ambos han encontrado.
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