Georges y Anne, los ochenta cumplidos, son dos profesores de música
clásica jubilados que viven en París. Su hija también se dedica a la
música, y vive en Londres con su marido británico. Un día, Anne sufre un
infarto. Al volver del hospital, un lado de su cuerpo está paralizado.
El amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá puesto a
prueba.
MI OPI: Magnífica en su simplicidad y en su implacable honestidad acerca de la
vejez, la enfermedad y la muerte. No hay un paso en falso ni una
sola escena superflua. Se trata de una de las películas más intimistas de Haneke, una merecida
Palma de Oro que dejó con la boca abierta a toda la crítica en Cannes.
De dirección sobria, la acción se desarrolla en la casa de ambos, para
reflejar el encierro que supone una enfermedad así para quien la sufre. Y duele. Duele, duele, duele. Tras aparecer los créditos y salir de la sala, la sensación es de
sobrecogimiento. Una chica por detrás, dejó escapar uno de los pocos
comentarios que los impresionados espectadores hicimos mientras nos
encaminábamos algo aturdidos hacia la salida: "Parece que venimos de un
velatorio".
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